Y que llego a Jalapa de noche y que me dicen “ya está listo su cuarto, señor. Se nos está yendo la luz, pero le dejo este quinqué por si las dudas”. Y que les digo “Siiií, siiií… esteee… ¿qué es un quinqué?”
Después de tres pasillos enredosos, apretados y oscuros como negociación del PRI, abrí la puerta del cuarto –el botones no quiso subir, se hizo wey- y de veras, sentí un pequeño “calosfrío”: Parecía escenario de Vacaciones del Terror” y me dio más miedo sentirme Pedrito Fernández.
Comenzaron los ruidos. Primero la tubería, luego el rechinido de una camioneta vieja en la calle, el aullido apenas audible de una gata querendona, el “clicki-clicki” de un desvencijado ventilador que seguramente refrescó en sus mejores épocas a algún virrey de la Nueva España… “Aquí se respira el miedo” (homenaje a José Ramón Sáenz, el de “La Mano Peluda”). Vaya, hasta mis propios ruidos conscientes me ponían tan nervioso como el Juay de Rito a López Dóriga.
Se dejó venir un friíto gacho que en nada ayudó, así que prendí la TV, sintonicé el canal de los infomerciales para no sentir nada y, de golpe, el apagón.
“Fuuuta”. Eso fue lo que dije, pensé y sentí.
El quinqué es un maldito aparato cuaternario que no tiene botón de “pagüer”, entonces “me vi obligado por el frío” (es decir, sentí un miedo asqueroso) a meterme a la cama de inmediato. Me tapé con la sábana, las dos cobijas, el cobertor, el buró, la mesita de centro y la cortina del baño, porque en la mente de un sacón como yo, entre más capas te cubren, más protegido estás.
Desperté con el trino de tres avechuchos en el pretil de mi ventana, el sol rozaba los linderos de mi habitación. Ya iluminada, parecía casa de abuelita de las que hacen pay de manzana y lo dejan en la ventana a que se enfríe.
Me sentí diferente, un gallardo caballero que afrontaría dragones y demonios, enemigos y hordas de invasores, es más, hasta pensé “que me traigan a Hacienda”. Por desgracia, ya me había comportado como nena y no se me olvida que hasta suspiré y dije “aijoesú” antes de dormir.
Devolví en recepción el quinqué y creo que dejé olvidada la dignidad en esa habitación.