martes, 16 de agosto de 2011

¿Ladridos, o ronroneos?


Se supone que ésta sería una sencilla foto de Mateo, el gato de una vecina. Se me ocurrió tomarla desde abajo, perdí de vista lo que hacía la mascota y… Pos acá está, una imagen bizarra que lo hace parecerse a Cheshire, el de “Alicia en el País de las Maravillas”.
Claro, le falta su pijama morada y el amarillo bilis en los ojos.
Algunas personas desconfían de los felinos; entiendo que no es recomendable acercarse mucho a un tigre con hambre o a una pantera con sus cachorros, pero los que son como Mateo, domésticos y limpios, no son tan peligrosos. Quizá lo que le molesta a la mayor parte de la gente es que son independientes y prefieren ser mimados cuando ellos lo deciden, pero de ahí a decir que son volubles, traicioneros, misteriosos e ingratos…
Siempre he creído que la gente se inclina por los perros debido a que estos son más “nobles” –digo, ningún animal tiene conciencia, por tanto no pueden imponérseles calificativos de humano-. Muy por dentro considero que la mayoría de nosotros quisiéramos que nos vieran los demás como perros (nobles, amistosos, leales, confiables), pero la realidad es que tenemos y ocultamos lo más posible nuestra parte gato (convenencieros, temperamentales, soberbios).
En fin, dicen que los perros tienen amos, mientras los gatos tienen “personal de apoyo”. Me identifico más con estos últimos sin ignorar que su comportamiento es más dificultoso: No dan la patita, no traen el periódico, no obedecen tan dócilmente y no mueven la cola cuando están contentos, pero para equilibrar la balanza son más limpios, honestos, elegantes y cabrones.
Y son motivo de fotos surreales.

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