martes, 30 de agosto de 2011

Dios es Absout-o


Una tarde gris de agosto, absorto en mis pensamientos y rumiando mis reflexiones, pedí una señal al Cielo que me abriera los ojos, que me mostrara La Verdad tan clara como el cristal… y ésta llegó en forma de botella de Absolut y la imagen es la prueba milagrosa.
No es que el vodka sea el vórtice de vida, no. Pero ayuda. Ah, cómo ayuda.
Regurgité todas las frases de cantina que recordé: “Cualquier alegría que no provenga del alcohol es meramente ficticia”, “Busco mi lado espiritual, las bebidas espirituosas”, “El alcohol no es la solución… ¿y qué importa?”, “Vivir y beber son verbos complementarios”.
Después de un buen rato de divertimento, advertí lo una maravilla del chupe: Es el mejor transgresor de nosotros mismos, devela la parte oculta de la naturaleza humana, nos desinhibe de los pudores innecesarios... y cobra factura por uso desmesurado. ¿Han oído hablar de la cruda, el trascansancio, las endocalorías? ¿Sudor frío, promesas de “no lo vuelvo a hacer”?
El eros o “instinto de vida” y el tanatos o “pulsión de muerte” están presentes en cada trago, nos ayudan a equilibrar la vida. Alcohol es un término árabe que implica desambiguación, no es bueno ni malo, solamente facilita un estado mental-corporal-cómico-mágico-musical que está al alcance de cualquier persona de más de 18 años (oficialmente).
En fin, que embriagarse es un exceso humano, pero mi calcomanía en la ventana no le hace daño a nadie. Ni a mí; yo ni vodka tomo.

martes, 16 de agosto de 2011

¿Ladridos, o ronroneos?


Se supone que ésta sería una sencilla foto de Mateo, el gato de una vecina. Se me ocurrió tomarla desde abajo, perdí de vista lo que hacía la mascota y… Pos acá está, una imagen bizarra que lo hace parecerse a Cheshire, el de “Alicia en el País de las Maravillas”.
Claro, le falta su pijama morada y el amarillo bilis en los ojos.
Algunas personas desconfían de los felinos; entiendo que no es recomendable acercarse mucho a un tigre con hambre o a una pantera con sus cachorros, pero los que son como Mateo, domésticos y limpios, no son tan peligrosos. Quizá lo que le molesta a la mayor parte de la gente es que son independientes y prefieren ser mimados cuando ellos lo deciden, pero de ahí a decir que son volubles, traicioneros, misteriosos e ingratos…
Siempre he creído que la gente se inclina por los perros debido a que estos son más “nobles” –digo, ningún animal tiene conciencia, por tanto no pueden imponérseles calificativos de humano-. Muy por dentro considero que la mayoría de nosotros quisiéramos que nos vieran los demás como perros (nobles, amistosos, leales, confiables), pero la realidad es que tenemos y ocultamos lo más posible nuestra parte gato (convenencieros, temperamentales, soberbios).
En fin, dicen que los perros tienen amos, mientras los gatos tienen “personal de apoyo”. Me identifico más con estos últimos sin ignorar que su comportamiento es más dificultoso: No dan la patita, no traen el periódico, no obedecen tan dócilmente y no mueven la cola cuando están contentos, pero para equilibrar la balanza son más limpios, honestos, elegantes y cabrones.
Y son motivo de fotos surreales.

martes, 2 de agosto de 2011

Cielito lindo


No sé si le pase a todos, pero cuando me subo en un aeroplano me pongo laaacio, laaacio… Se me escurre el valor porque me acuerdo de un sueño impresionante que tuve -del que no hablaré sin alcohol de por medio- en el que cosas malas sucedían durante el vuelo.
Desde aquella noche, cada vez que tengo que treparme a un Airbus, Focker o Embraer, me pongo como si me hubiera agarrado el alcoholímetro; experimento “la temblorina”  y necesito que me soben las piernas con Bengué.
La solución llegó a mí de manera natural: Me concentré en las nubes y sus formas; en sus redondeces y voluptuosidades, en sus texturas lisas o aborregadas. Conste que sigo hablando de nubes.
Esta imagen fue posible gracias a que la sobrecargo en turno cooperó, es decir, me dio chance de dejar mi celular en “Modo viaje”, entonces me porté como todo nerd tecnologizado y saqué todas las fotos que me permitió la batería. Ésta en especial es linda para mí; muestra un techo nebuloso planchado por encima de unos cirros contrastantes. Al fondo, la luz del sol en punto de fuga, que allá abajo se vería como la hora cero en la que los focos no ayudan, pero la oscuridad está a cinco minutos de caer.
Cuando la grabación a bordo nos urgió a “levantar la mesita de servicio y poner en posición vertical el asiento”, yo me terminaba mi segundo whisky. Estaba más lacio que antes, más contemplativo. El aterrizaje fue agradable para mí a pesar de que caímos en una llanta y que la señora de atrás aplaudió; nada podía borrar de mi reflexión la belleza de esas nubes. Las de la foto.
Tocar tierra siempre es fortificante; ahora entiendo al Papa cuando besa el suelo.