sábado, 22 de octubre de 2011

"¿Quién fue el marrano...?"


Al circular por la carretera, podemos ignorar la centena de tráilers que nos rebasan a 380 km/h; también nos son indiferentes los 65 Tsurus II blancos. Sólo notamos dos vehículos: Un Porsche –aunque sea verde perico-, y un camión de cerdos; el buqué es inconfundible.
Si reencarno en cerdo, lo primero que recordaré será el derecho que tengo a soltar mis gasificaciones sin pudor ni censura, ¿quién se va a poner exquisito? “Entre marranos no hay pedo”, bueno, los hay, pero nadie se sulfura. Imaginaré que sigo siendo hombre y que estoy con mis amigos viendo el futbol.
No me quise clavar en la suerte que seguirían los chanchos al llegar al rastro, no es lindo; pensé mejor en lo regocijante que sería revolcarse en lodo –también algunas damiselas lo hacen en shows y hasta les pagan-, comer sin medida y sin pensar en los demás de mi especie –esto lo hacen algunos diputados- y rondar por ahí, orgulloso de mi tremenda peste. Curioso, lo mismo he visto entre humanos en el Metro.
En fin, que encuentro impresionantes similitudes entre nosotros y ellos, pero la más notoria sigue siendo que, ni machos frente al clásico América-Chivas ni puercos en su traslado, dirán “¿Quién fue el marrano…?” cuando un hedor extraño enturbie el aire.

jueves, 6 de octubre de 2011

Nicho gacho


¿Pos qué intención tenía el artista al crear este nicho? Es lúgubre como oficina del IFE, juzgado civil o ministerio público.
Imaginen por favor la escena: Después de entrar al Ex Teresa Arte Actual, que es como una cripta medieval, uno se topa con los cuidadores, parecidos a “Zombie 24” y “Zombie 15” de Thriller; al entrar desaparece todo rayo de luz del sol y sólo es posible captar lo que alcanzan a iluminar siete diminutos reflectores, semejante a prender siete encendedores Bic.
En una pared lateral y de piso a techo se vislumbra este nicho, los pequeños garabatos invitan a cualquier chismoso como yo a acercarse. Dios. Apenas se puede leer el mensaje, que es “poesía tanática” semejante a rola de Marylin Manson, versos de “Las Flores del Mal” de Baudelaire o de Silent Hill.
Justo pasandito está una capilla abandonada con vitrales religiosos désos que ponen los huesos fríos; nada alrededor, ni siquiera un alma en pena con quién compartir la desolación… Sentí la necesidad de que me abrazara Jaime Maussan, Carlos Trejo o Facundo, que después del susto con la niña del panteón debe estar más calado que melón de tianguis.
Pensamos que ese escenario macabro terminaría al salir del lugar, pero tuvimos que caminar por la calle de Moneda al ladito de Palacio Nacional. Ahí, ahí sentimos verdadero terror, “Dioses, dejen a los demonios deambular, pero protéjannos de los funcionarios públicos y diputados”.