lunes, 28 de noviembre de 2011

"Hola, Ralph"


¿Quién no recuerda a Sam, el perro ovejero, y a Ralph, el coyote roba ovejas? OK, nadie, porque son de una caricatura viejísima, pero este perro me hizo recordarlos.
Ahí estaba Shazam –también su nombre es arcaico-, custodiando los autos en la pensión hasta donde su pelambre se lo permite. Pasó un gato frente a él y no hubo reacción, tampoco se movió cuando una pelota de goma pasó botando… “Vaya guardia”, pensé, pero en ese momento quité la alarma de mi auto y el condenado perro soltó un ladrido intimidante como grito de vendedor de máscaras de luchador en Chapultepec.
Me quedé quietito por precaución (con sabor a cobardía) y la bestia se acercó, me olisqueó y, como no huelo a oveja ni a Tsuru II sin alarma, nomás me inclinó la cabeza para que lo acariciara. Después de tres minutos de arrumacos de mi parte su ego estaba lleno, y aunque mi mano aún conserva su hedor a jerga asoleada, le guardo estima a Shazam.
Sigo preguntándome… ¿cómo demonios hacen estos animales para ver el plato del que comen? ¿Cómo conciben un sueño fresco en verano con ese pelambre de vocalista de banda de ska? Y la más importante: ¿Por qué Ralph, el coyote, no se robaba a las ovejas después de las seis, cuando terminaba el turno de Sam?
Como dice Juan José Millás, “Todo son preguntas”.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¿Y "Alicia"?


¿Qué cuernos con esta puertita?
Cita con cliente en megaedificio hiperyeyé, nos toca estacionar en el sótano 9, muy cerca del centro de la tierra. Se me ocurrió curiosear por un pasillo extrañamente blanco de piso a techo, y al pasar un quicio disparejo estaba esta entrada roja tipo “Alicia en el país de las Maravillas”. Mi socio y yo buscamos la galleta con el letrero de “Cómeme” o el frasquito con el de “Bébeme”, mínimo un conejo estresado o un wey de sombrero hipster. Nada.
Esperamos unos minutos para ver si de la puertita salía Frodo, el gato Chester o Salinas de Gortari, mas lo único que conseguimos fue esta foto en un contexto desértico, frío como cualquier edificación posmoderna.
¿Qué destino tiene el diminuto pórtico de la imagen? ¿Facilitará el acceso a la aldea pitufa, a la tierra de Narnia, o es la bodega de intendencia, custodiada celosamente por Benito Bodoque?
Se me ocurrió que las cosas pequeñas pueden ser sorprendentes y peligrosas: Un detonador atómico, un extracto de fragancia virgen, un voto no pensado… o una puertita freak en el sótano 9 de uno de tantos complejos corporativos. Lo que es seguro es que, si vuelvo a pasar por ahí y la puerta no existe, mi siguiente post será desde  el hospital siquiátrico Fray Bernardino.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Es un sueño?


A eso de las 22:30 de un viernes, los pasillos en el Tec de Monterrey campus Ciudad de México comienzan a transformarse. Es como si los dioses los fotochopearan para dotarlos de una personalidad menos seria y protocolaria más parecida a secuencia de Dark City o de Matrix, según se prefiera.
El día que tomé esta foto traía en mi organismo varios paracetamoles, un Bufferin y dos aspirinas –estaba enfermo, todavía no soy tan atascado-, por eso comencé a sentirme groovy y neoyeyé, “Uuuyyy, esto está bien locoote”, creo haber dicho para mis adentros. Me imaginé caminando en la litografía “Relatividad”, de M.C. Escher, y una sabrosona sensación de ingravidez me colmó; fue como desprenderme de la parte racional de mi arquitectura mental para dejar que la “ilógica” se hiciera cargo de mi vida por unos instantes.
¿A quién no le gustaría pasearse un rato por las mentes raras de artistas como el mencionado, insertarse en un cuadro de Chagall, El Bosco, Tamara de Lempicka o Dalí? Sería un gran viaje que no exigiría estimulantes, enervantes, alucinógenos ni clembuterol.
Ya a medianoche se disipó el efecto de la farmacia que traía cargando y entonces sí sufrí: Me encontré en mi cama viendo “Sábado Gigante” con Don Francisco y comiendo galletas con leche.
¿No sería posible regresar al pasillo un ratito más? Prometo no divagar.