Hay algo envidiable en la naturaleza de un pulpo: Fuera del agua y especialmente en las hieleras de Superama, parece gordo en playa. Se desparrama hacia cualquier lado, la existencia le es intravenosa, las declaraciones de Fernández Noroña no lo incomodan… Eeeeesa es vida.
La foto no le hace justicia porque en su medio natural el pulpo es bello, sexy, es cadencioso; seguramente las medusas dirán “Ay, mira Mana, ve cómo se mueve” y le querrían gritar “Papaciiito, me falta zooplancton para tanto tentáculo”.
Chale, lo naco es espontáneo.
Decía; el molusco en cuestión no tiene relación ni con Calamardo, el de Bob Esponja; ni con Paul, aquel que adivinó el resultado entre España y Alemania en Sudáfrica 2010 y que ahora seguramente ya ce en su tinta. El de la imagen es un pulpo de bajo perfil, uno que pronto será llevado al restaurante Culichi Bichi para dejar este mundo sin gloria, pero tuvo por lo menos la fortuna de pasar sus últimos días tirando la flojera con placer: Acostadito en hielo, con sus ojotes cerrados, sus tentáculos expuestos al viento y guardando toda su tinta para el momento de la expulsión final.
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