jueves, 4 de noviembre de 2010

Mi mente en blanco

“Fue en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, oh sí, lo recuerdo bien”. Perdón, pero me acordé de Rescate 911.

La fotito fue tomada ahí, pero lo mejor es que ese día mi mente estaba en blanco, mi visión de 360 grados era en blanco; mi vista ya cansada veía todo lívido y mi cabeza imaginaba el atuendo de Abel Cruz o de Xóchitl Gálvez.

Llegué al recinto con mi corazón en blanco, sin emociones ni sensaciones; con un candor blanco que esperaba una plenitud blanquecina y ¿qué sucedió? Me topé con esta obra tridimensional –que en la imagen parece trazo básico de PhotoShop-.

Pensé entonces, ¿será que la vida en general es incolora y que los pendejitos como yo la hacen suya y la dotan de croma? ¿Será que las tonalidades son una invención humana?

En el snack bar del museo pedí un sándwich de queso blanco con pan blanco, mayonesa (blanca) y vino blanco. Frente a mí, turistas nórdicos de un blanco grosero, désos a los que sólo les resaltan las venas púrpura porque el resto de su epidermis es de cuija, ya saben, las lagartijas blancas.

Dos dimensiones en blanco, dos dimensiones y en blanco…

Tenía que salir del lienzo. Caminé unos metros y ahí estaba el extintor rojo, la salvación. Lo hice mío, me até a él y terminé mi recorrido deseando que mi futuro no fuera descolorido.

Por fortuna, unos minutos después dejé atrás la experiencia albina, salvo la página de Word en la que ahora escribo, que es de un blanco grosero.

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