jueves, 13 de enero de 2011

Mi ex (mascota)

Rosario fue mi mascota por tres meses, no duró más. Pasó a mejor vida.

Ella era una escorpión Emperador muy educada, hacía el muertito para que le rascara la panza y traía el periódico, cosa pequeña para un perro, pero un gran logro para un bicho.

Debo ser honesto: Primero quise un cocodrilo, pero mi novia no me dejó porque lloran a cada rato, especialmente cuando comen. Y comen todo, a todos. Después deseé un rinoceronte, pero son un tanto bruscos y puede llegar a ser grotesco cuando se aparean, y como nuestra sala es chica, no podemos evitar notarlo. Tampoco se pudo un gorila, parece que son nerviosos, intempestivos y defecan donde se les da la gana.

Rosario fue siempre fiel, consciente, linda. No hacía el escándalo de un perro nervioso porque su egoísta dueño lo deja todo el día en casa, tampoco se iba de juerga en la noche como cualquier gato promedio ni parloteaba como loro. Eso sí, el espectáculo era dantesco cuando comía, pues había que darle grillos vivos que despedazaba, pero en México y a partir de las noticias del narco, es fácil habituarse a las imágenes sangrientas.

En fin, que hoy dedico mi post a Chayo; que Dios la tenga en su Santa Gloria a pesar de que a ella siempre le importará un pepino la religión. Curioso, acabo de entender porqué nos llevábamos tan bien.

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