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Dicen que el futbol no es el alma del hombre, que es un producto de la mercadotecnia, pero en la exposición Tesoros de Persia de 2008 en el Museo de Antropología está la prueba: Un persa con barbita larga y nariz aguileña sosteniendo un esférico.
Esta tribu era buena para vender, no lo niego, pero las prácticas mercadotécnicas son de más acasito, ¿no? Ya me imagino a medas, tracios y egipcios haciendo correo directo en piedras o publicidad en bajorrelieves megalíticos.
¿Será que las túnicas largas no impedían una soberbia “chilena”? ¿Será que los jardines babilónicos eran en verdad canchas de futbol rápido o de gol-para?
Nunca lo sabremos, lo que queda claro es que este relieve muestra a un portero (puede tocar el balón con las manos), al cancerbero de Los Inmortales que, con su gesto de Procurador General de la República, intimida al centro delantero tracio mientras en las gradas se escucha el cántico de “O-io-io-io, el que no brinque es un persa maricóóón…”
OK, el balón parece melón chino, es un tanto más alargado de lo normal, pero ¿qué más da? El panbol se puede jugar con botes de Frutsi, con latas de Fresca o con el Jabulani, pieza oficial del Mundial de 2010 que, por cierto, se movía en el aire con la irregularidad de un melón chino.
Se me ocurre que la inauguración del Torneo de Apertura “Persia 1421 ac” pudo correr a cargo de Jerjes I con Nabucodonosor como invitado especial.
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