Ésta es Pulgas, una perra amorosa, mimosa y acariciable… que nunca será modelo de la revista Glamour Canino. No se le puede calcular la alzada porque no se alza mucho, además, el pedigrí le tiene sin cuidado, ella centra más su atención en las papas que le ofrecen los visitantes y en los mimos que ella misma se procura al posicionarse justo debajo de cualquier mano desocupada.
En la imagen se puede apreciar su desenfado; por la mañana eligió un atuendo casual que me hizo recordar a la señora que sale por las tortillas a la una de la tarde con pants y crocs, pero lo mejor es su postura de gordito adolescente adicto a los videojuegos. Digamos que, en el momento captado, Pulgas parece estar utilizando una, sólo una neurona para no caer despanzurrada al lado del sofá.
Su cara es bella, una mezcla de modorra, pasguatez y franca inocencia, por eso todos caemos en su trampa. Es como el gato de Chrek, la maquivélica ternura de Laura Brozzo al abrazar a la novia dejada o la sonrisa de caramelo de Alejandro Encinas.
Ahora, la pregunta más importante dada la circunstancia es… ¿Por qué se camuflajea Pulgas? ¿Será que busca colarse a la recámara principal porque la cama es más mullida? ¿Estará planeando una táctica de asalto a la alacena? ¿Será simplemente “moda hipster"?
Jamás lo sabremos porque, aunque pudiera hablar, le daría tanta weva…
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