jueves, 15 de diciembre de 2011

Atrapado sin salida


1.    Desayunas tacos de huevo con chorizo, chilorio y frijoles porque el día es largo y la comida en el parque de diversiones es carísima.
2.    Haces fila de cuatro horas y media a pleno sol; la sombrita queda justo al lado de la fila.
3.    ¡Llega tu turno! Te subes al carrito y una barra de metal de 48 kilos te presiona la boca del estómago mientras tus piernas se doblan en tres para entrar en el habitáculo.
4.    Te suben despaciiito, despacito para relajarte, luego de golpe te sueltan y todo tu sistema digestivo queda suspendido en punto A mientras el resto de tu cuerpo ya pasó por punto B, C y D.
Pregunta: ¿Quién no “gomita” en tan salvaje situación?
Los parques de diversiones pueden sustituir sin problema a los interrogadores de la PGR, pues invariablemente terminas con la espalda fregada, dolor de cabeza, las costillas flotantes incrustadas en el yeyuno, las piernas acalambradas, un temblor trepidatorio en las pupilas y con más moretones que bailarina de teibol. Eso sí, nos dejan una sonrisa entre idiota y placentera por varias semanas.
Pero el peor terror en un juego mecánico no lo provoca ni la velocidad ni la gravedad, sino notar que la chava de rosa del asiento de adelante cierra los ojos, se pone blanca y comienza a tener espasmos estomacales involuntarios mientras grita a su copiloto “¡creo que quiero guacareaaar!”
Atrapado sin salida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario