jueves, 21 de octubre de 2010

Botero a través de una botella

Un día en un museo de Bogotá con mi novia, mi mano dejó de ser mía y se hizo copia de una gran mano de Botero. No es que yo quisiera, pues todo lo boterense es rechonchiforme. Simplemente sucedió.

Meses después de la foto que está usted mirando, noté que mi mano perdía sus características de origen y que lentamente se transformaba en una extremidad abotagada, rebasada, colosal… Una mano de Carstens. No me apeteció. Sentencié maldiciones. Conjuré brujerías.

Ya más tranquilo puse atención a la imagen para entender lo sucedido, gracias a esto caí en cuenta de que no era yo: Todo el entorno ese día estaba hinchado. Recuerdo ahora que los visitantes del museo eran globos de Cantoya, que las calles alrededor parecían vistas a través de una burbuja o de una bola de cristal y que Bogotá misma era una exageración, una alegoría de sí misma.

Entonces desperté. La cruda de aguardientillo de Barranquilla se hizo presente y prometí no volver a beber en aquella ciudad, no por lo menos rodeado de cosas o personas que corran el riesgo de ser infladas por mi imaginación, que no necesita mucho para divagar.

La mano original, por cierto, es de metal y no se ha registrado hasta el momento un ensanchamiento en el palmar, distal o dorsal. Todo en orden.

1 comentario:

  1. SÍ, SE PARECEN!
    ¿Seguro de que estábamos en Bogotá y no en México? Lo digo por aquello de que todo estaba hinchado y acá hay mucha ñor y ñora bolita, jaja!
    Y temo decirte que no, no fue un sueño, de hecho me parece que Botero se inspiró en tu mano para hacer esa manota de metal...

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