domingo, 24 de abril de 2011

Encajuelado, pero fresco


Para echarse una jetita de mediodía, unos prefieren la hamaca, otros se inclinan por el acogedor sofá que ya está hundido en forma de berenjena gigante y algunos, sólo algunos, eligen las cajuelas.
Este indigente cabecita blanca caminaba por las calles de Coyoacán bajo un sol de 28 grados, ese que invita a la modorra y al desenfado. Sus acaloradas ropas pesaban más cada minuto, además de emanar un bouquet parecido al de la col hervida (o chís de mono, como se prefiera).
Ahí, en medio de un río de gente, apareció un VW Safari 1973 aparentemente abandonado, desvencijado y con una manta de Superama que bien lo podía proteger de los rayos ultravioleta, pésimos para su cutis. Le pareció un oasis; fuente tanto de descanso como de frescura. Limpió con atención la grasita de la batería para no mancharse –esas manchas no salen ni con Vanish-, levantó el cofre, forzó apenas el sistema de protección –cadena de acero con candado Philips- y se acurrucó con gracia.
En la imagen, el minuto 17 de su siesta. Nótese que para lograr esa posición son necesarios por lo menos tres movimientos de Tetris.
En verdad, lo que me hace reflexionar es lo mucho que necesitamos los seres convencionales para sentirnos “a gusto”, en nuestra zona de confort, mientras un vagabundo, que se ha alejado de las vanidades de la vida, hace simplemente lo que se le hincha.
De no venir con mi novia y si el cofre fuera más amplio, quizá le hubiera pedido que me hiciera un lugarcito. El calor estaba perro.

1 comentario:

  1. Me da más calor de verlo ahí metido. Qué incómodo y que claustrofobia!

    ResponderEliminar