martes, 17 de mayo de 2011

Los burros son buen pedo


Me gustan los burros mucho antes de Chrek, que conste.
Tienen una mirada lánguida y tristona como si supieran que están confinados al trabajo, a pocas emociones y a una cantidad idiota de fuetazos sin sentido. Sin embargo, parecen entenderlo… y aceptarlo en función de la especie humana: ¿Qué sería de la vida sin jumentos, qué animal aceptaría, sin contrato laboral pasado por sindicato, la labor en la recua?
En la imagen, el burro parece inadvertir tanto el bridón que le cuelga -a pesar de estar pastando- como el árbol debajo de él en la perspectiva de la foto. Bestia dócil para domar, dócil para fotografiar, dócil para la reflexión del ser humano.
Mi novia y yo bajamos del auto, saludamos a “Chulo” (total, a él le vale cómo le llamemos) y disfrutamos su mansedumbre hasta que nos desconoció. Pateó. Reculó. Claro, a él le importaría una berenjena lo que tiempo después escribiría yo en este post.
Favor de notar que el animalito es tan chido que pasta en una pradera pelona, está masticando la idea de estar masticando, porque hierba, lo que se dice hierba, no hay, y los chamizos no se comen. Quizá sería justo que lo llevaran a retozar a los ranchos de Fox, las fincas de Sodi de la Tijera o los terrenitos del Niño Verde en Cancún. Sería cuestión de karma para estos políticos, pues es posible que, de existir la reencarnación, les toque en burro.

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