Uno sale a las tres de la mañana por agua al OXXO y de inmediato brinca la patrulla, con su habitual “Vehículo negro oscuro, oríllese a la orilla”, para ensartarte por no traer verificación, pero… ¿quién le dice algo a este Airbus A-380? A leguas se ve que está quemando aceite.
La verificación es una monserga y una injusticia infame: Ahí vamos como tarugos a pagar para una calca en el auto nuevo, recién salido de agencia, y de regreso nos topamos con 79 camiones del SPF (Servicio Público Federal) que sueltan más porquería por el escape que una chimenea de tequilera, a las que también tendrían que verificar.
Pero volviendo a la imagen; me gusta imaginar que detrás de una nube se esconde una patrulla ecológica –no las estoy inventando, hace años existían y multaban hasta a los camiones de pasajeros que arrojaban mierda al aire- que, al notar la alta emisión de IMECAS del aeroplano, prende su sirena con el típico “Tu-wow” y le sorraja una papeleta al piloto, a pagarse en los siguientes cinco días hábiles si se quiere aprovechar el descuento amigo del 50 por ciento.
No habría discusión porque la aerolínea está obligada a respetar horarios; tampoco “mordida”, ¿cómo se baja el “chofer” del Airbus a darle los 200 varos al poli mediante un choque casual de manos?
Estaba en eso cuando mi mente se pasó de lanza, ¿Y si le toca alcoholímetro al avioncito? ¿Y si da positivo el piloto? ¿Cómo se pide una grúa para un aparato de 190 toneladas? ¿Iríamos a para al Torito todos los pasajeros?
Y todo por treparse en un avión que no trae verificación.
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