De pronto en una foto espontánea de una escalera, la gente se alineó como en la célebre litografía Relativity, de Escher. Es cierto, faltaron extras caminando, pero es más fácil para Escher imaginarlos y plasmarlos, que para mí pedirle a los visitantes del Museo de la Marina que se acomoden. Tampoco me dio tiempo de poner un espejote en el techo para dar el efecto de la obra mencionada.
Cuando tome la foto imaginé por un momento –o intenté imaginar- lo que pensaría Escher… Qué viaje, y sin sicotrópicos ni chemo, que conste. A veces es chido suponer que existen realidades alternas que somos capaces de recrear en la mente, que lo “existente” y “real” no es un obstáculo para la imaginería del ser humano.
Estaba en esta reflexión cuando escuché a una señora decirle a su nuera (no estoy seguro del parentesco, pero parecían personajes de la Familia Burrón) “Íra man’ta, párate ahí y te saco la foto en la escalera de oro; vuélate un pedacito, jaja”.
Qué maravilla, pude pasar de la geometría esférica de Escher a la simetría cuadrada de nosotros, los simples mortales, en menos de dos segundos.
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