viernes, 31 de diciembre de 2010

Hasta las botargas se deprimen

Las épocas decembrinas tienen un efecto emocional extraño en muchas personas… y en algunas botargas. La imagen es elocuente: Algo no está funcionando en la industria de los helados de yogurt, por lo que este personaje se encuentra al borde de la desesperación.

Se recarga en una pared, justo en la esquinita, como buscando refugio y apoyo; sus deditos nos hacen pensar que reflexiona, que busca en sus adentros la fuerza de la lactosa o la vuelta al origen: La Madre Vaca.

La escena es conmovedora, quizás llevar a cuestas una mezcla obscena de zarzamoras, duraznos y blueberries en un mar de yogurt no es lo que esta botarga esperaba de la vida, es posible que su deseo en la vida fuera ser El Filifanántico –mascota de los Phillies de Filadelfia-, el amoratado Barney o cuando menos un Doctor Simi.

La suerte no siempre nos sonríe, los que sí parecen estar sonriendo son los tipos sentados en la mesa, a los que no les afecta la evidente desgracia de un vaso de yogurt de dos metros. Algunos quisimos acercarnos a darle ánimo, pero ¿qué se le dice a un postre cubierto de frutas? ¿Cómo se le reconforta a una botarga? Lo más que podemos es desearle un mejor año.

martes, 28 de diciembre de 2010

Ajedrez en mi chalet

Afuera, los pinos y abetos retozan con serenidad a la espera del cierzo nocturno; adentro, yo disputo una partida de ajedrez contra mí frente a la chimenea y con un whiskey de mezcla de cien maltas. Detrás del tablero en un tornamesa suena el jazz de Milles Davis en unión con John Coltrane; el perfume de las castañas asadas se cuela por las grietas del ladrillo y se impregna en el herrumbre.

Las piezas de mi tablero fueron hechas a mano por artesanos egipcios, que cuidaron el proceso de precipitación de gases y líquidos con un amor sustancial. La textura es absolutamente lisa, perfecta, prístina.

Preparé mi apertura Ruy López con dedicación porque no quiero un enfrentamiento perfecto, esto es simplemente un ejercicio del máximo de libertad a partir de un mínimo de orden, al final, esto es el ajedrez. Es mi momento, es mi espacio; estoy dejando de lado por un instante a siete mil millones de seres humanos para disfrutarme un poco.

En esa imagen mental estaba cuando noté que en la foto había un reflejo absurdo, una mampara con bocetos de algún artista. No recuerdo haber colocado eso en mi chalet en Bavaria, claro, porque en realidad estaba en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México.

Mi gran, gran momento se fue de golpe al caño. Adiós al whiskey de cien maltas y a mi apertura Ruy López, a las castañas y mis piezas egipcias.

Total, el ajedrez ni lo entiendo.

domingo, 26 de diciembre de 2010

La verdad detrás del Guadalupe-Reyes

Cuidado: Abstemios o católicos efervescentes, favor de abstenerse de leer este texto. Por su atención, gracias.

Esperábamos en el lobby la junta con el cliente; baboseábamos mientras tanto. Ahí, junto a uno de nosotros, estaba la mensajería del día. Ahí, en la mano de uno de nosotros, estaba un celular con cámara.

Así descubrimos la verdad detrás del mito, la razón por la que millones de mexicanos nos damos a la sana tarea de aligerarnos la vida con bebidas embriagantes del 12 de diciembre al 6 de enero: Ella existe.

¡No es una leyenda, no es una creencia pasajera! Guadalupe Reyes es y está; a ella le debemos millones de noches en las que surgieron amistades, se cerraron pactos de baba, se refrendaron amistades y hasta se dieron cambios de sexo.

¡Salve, oh dioses, la fortuna de nuestra deidad! ¡Salve, oh dioses, la grandeza de esta entidad adorada!

Lo más sorprendente para un borracho profesional es que el milagro se dio en la colonia Guadalupe Tepeyac, como se puede mirar en la imagen, así queda claro que el designio es divino, es una señal: Del 12 de diciembre al 6 de enero es tiempo de San Aldehído, patrono de los bebedores con convicción.

Eso sí, Guadalupe Reyes exige sacrificios, por lo que nunca debe faltarnos hielo en el refri, condones en la cartera, conductor designado y Alka-Seltzers para la misa de siete.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Terror en Silent Hill

Espero que hayan jugado Silent Hill, un videojuego espeluznante que provoca el mismo terror que las declaraciones de Sandoval Iñiguez.

Hace unos años, salí de mi casa a las 6 de la madrugada rumbo a una cita y… sucedió esto. Neblina muy baja, aguanieve, estática en el radio, penumbra. No sé cómo, pero dejé detrás las calles de Satélite y entré a la avenida principal de Silent Hill.

La desquiciante sirena de alarma del videojuego sonó en mi cabeza y me imaginé en el Hospital Alchemilla, quitándome de encima a una enfermera sin rostro y con un bisturí ensangrentado en la mano. Pero en el mundo real, el terror fue mayor: El desquiciante sonido de claxon de 23 autos detrás de mí me urgía a moverme y me imaginé en una calle bloqueada por manifestantes de Antorcha Popular, quitándome de encima a un lidercillo político con rostro colérico gritando consignas y con una papeleta antigobierno entintada en la mano.

Me concentré y miré al frente esperando que la pesadilla se desvaneciera. Lo logré, de pronto estaba de nuevo en Silent Hill, buscando a una hija imaginaria perdida después de un choque en un mundo horroroso de monstruos nacidos de pedacería humana.

Desde ese día siento que el submundo aparecerá en cualquier momento, que cerrarán Reforma para un concierto de Marc Anthony o que Los Barzonistas tomarán el primer cuadro de la ciudad, pero cuando eso pasa, prendo el Play Station y me refugio en el terror inexistente.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Ford Ka con bermudas

Nada más lo vi y me imaginé a su dueño: Un pandroso envidiable –de los originales, no Condechi, que es pandroso “de marca”- caminando y chiflando mientras su huarache se le atora en todas las salientes de las banquetas disparejas de la colonia. Me lo imagino con el calzón de fuera, distraído y lleno de ideas mariguanas que se ganan el respeto en el mundo de los DJs, de los cocineros o de los actuarios. ¿Creativo publiciatario? Ja-más, es demasiado pedirles.

Él usa bermudas, su auto también; ahí está la fotito para confirmarlo. En su interior han sucedido pedas, viajes espaciales, encuentros de reproducción de la especie, raves multitudinarios, enlaces matrimoniales, comerciales para TV y, mayormente, vida. Está estacionado frente a una peluquería de las que ya no hay, désas tradicionales en las que se pide “casquete corto” o “medio pelo” y que ostentan un rollo giratorio azul, blanco y rojo. Pura personalidad.

Para mis adentros me sé que lo que más me gustó fue la naturalidad con la que este Ford Ka portaba sus bermudas en una zona llena de blof (bluff, digamos), es decir, la colonia Condesa, en la que ninguno es lo que parece ser.

¿Notaron que el autito está estacionado en contrasentido? Lo indican la flecha en el pavimento y el auto de la izquierda, pero ¿qué más le da a un wey que tiene un carro con bermudas?

martes, 14 de diciembre de 2010

De vuelos y volatilidades

Ahí, quietito, está el avión. En otra circunstancia, ese aparatejo es una cápsula de emociones y un microuniverso en el que cada persona saca lo mejor o peor de sí, ¿cierto?

Está el valemadres que trepa su maleta familiar esperando que quepa en el “compartimento superior”, que es ligeramente más grande que un joyerito. Está la ejecutiva que se viste de gala para un Torreón-Zapotlanejo; la señora que parece despertar a su bebé para que chille de horror a tres segundos del despegue, el empresario cool de clase Premier al que le encanta que lo veamos todos al cruzar por el pasillo hacia nuestra clase turista y, no puede faltar, el hipster que tiene un gadget para toda necesidad, desde un barómetro rotacional hasta un celular que resiste 5 atmósferas.

Otros se comprimen y compungen: La adolescente frente a su primer vuelo, el cliente frecuente, representante de ventas nacionales, que nunca perdió el miedo a las alturas; el tech geek antisocial que no soporta más de 43 segundos sin conexión y el piloto de la nave, que espera que lo asciendan a un México-Dallas-Madrid para ganar alcurnia.

Antes y después de que esto suceda entre los hombres, la nave permanece en tierra disfrutando las montañas detrás. El cono color naranja le manifiesta su estado estático, quietito; algo parecido a la paz.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Señora macabrona

Quizás no es la señora, pero la foto sí es macabra. Fue tomada en un museo del DF desde dentro de un teepee (ya saben, la típica casa de un indio) que formaba parte de una instalación, pero la escasa luz forzó la de por sí mala exposición de mi celular y todo terminó en esto: Una imagen de mal sueño.

En la vida real, es posible que la señora se esté rascando el tobillo izquierdo con la uña del dedo gordo del pie derecho, de ahí su rara posición; aunque también existe la posibilidad de que esté bailando salsa, que ella suela bajar las escaleras en reversa o que se estuviera limpiando una caca. Nunca lo sabremos, es un secreto que la quincuagenaria de la imagen se llevará a la tumba.

Lo que más me llamó la atención de la imagen cuando la revisé en la computadora es que ahí, en medio de la duela, hay una sombra de origen desconocido a manera de acantilado que parece dividir esa sala del museo. Nadie la notó durante las fotos, es más, nadie puede explicarla. ¿Será el alma de un triángulo isósceles en pena? ¿Será el ectoplasma de Jaime Maussan que vaga nómada por la desaparición de Tercer Milenio de la parrilla programática? ¿Será un hoyo negro?

Macabra es la mente, que me hace imaginar estas historias de terror chafas, me siento en “Chabelo y Pepito Contra los Monstruos”.