Nada más lo vi y me imaginé a su dueño: Un pandroso envidiable –de los originales, no Condechi, que es pandroso “de marca”- caminando y chiflando mientras su huarache se le atora en todas las salientes de las banquetas disparejas de la colonia. Me lo imagino con el calzón de fuera, distraído y lleno de ideas mariguanas que se ganan el respeto en el mundo de los DJs, de los cocineros o de los actuarios. ¿Creativo publiciatario? Ja-más, es demasiado pedirles.
Él usa bermudas, su auto también; ahí está la fotito para confirmarlo. En su interior han sucedido pedas, viajes espaciales, encuentros de reproducción de la especie, raves multitudinarios, enlaces matrimoniales, comerciales para TV y, mayormente, vida. Está estacionado frente a una peluquería de las que ya no hay, désas tradicionales en las que se pide “casquete corto” o “medio pelo” y que ostentan un rollo giratorio azul, blanco y rojo. Pura personalidad.
Para mis adentros me sé que lo que más me gustó fue la naturalidad con la que este Ford Ka portaba sus bermudas en una zona llena de blof (bluff, digamos), es decir, la colonia Condesa, en la que ninguno es lo que parece ser.
¿Notaron que el autito está estacionado en contrasentido? Lo indican la flecha en el pavimento y el auto de la izquierda, pero ¿qué más le da a un wey que tiene un carro con bermudas?
Corrija la foto por favor... jig!
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